Gil Scott Heron, posible padre del rap, publicó en 1971 el LP Pieces of man que contenía varios poemas-canciones dedicados a los activistas afroamericanos —Black Power. La primera canción de la cara A se titulaba The revolution will not be televised, y fue compuesta años antes en la compleja situación política y social que vivía Estados Unidos.
The revolution will not be televised.
The revolution will not be brought to you by Xerox in 4 parts without commercial interruptions.
The revolution will not show you pictures of Nixon Blowing a bugle an leading a charge by John Mitchell, General Abrams and Spiro Agnew to eat Hog maws confiscated from a Harlem sanctury.
Fragmento de la letra de la canción: The revolution will not be televised
En aquellos tiempos el trabajo de fotoperiodista era muy diferente al que nos encontramos hoy día. Desde entonces han pasado más de cuatro décadas en las que hemos vivido la desmaterialización de aquellas grandes agencias (Corbis, Gamma, AFP…), hoy reconvertidas en conglomerados de comunicación que intentan controlar el flujo de imágenes.
Entre aquellos años setenta y estos dieciséis (con cambio de siglo incluido) han acontecido varias situaciones que han provocado un giro radical ante la resistencia poética de Scott-Heron. Los acontecimientos de esta última década han evolucionado los modos de producir, empaquetar, distribuir y hacer circular la información.
En 1991 se abre la veda con la retransmisión en riguroso directo de la invasión de Irak. Y en 1993 se estrena la película Videogrammer einer Revolution (se estrenó en dos cines de Berlín y hubo un espectador en cada sala) de Harun Fa- rocki y Andrei Ujica. Esta película nos muestra la caída del dictador Ceaucescu vista a través de grabaciones personales recopiladas de amateurs que grabaron con sus videocámaras y las transmisiones en vivo de la televisión rumana. El seguimiento mediático de la insurgencia popular sirve como muestra para un análisis de los mecanismos de construcción de un discurso audiovisual y con carácter informativo, y por qué no decirlo, aporta claves al cambio de paradigma que se viene.
Entre 1995 y 1998 saltan al mercado las primeras cámaras digitales, teléfonos móviles con cámara fotográfica incorporada e Internet, y se abre una brecha abismal en la práctica del fotoperiodismo. En aquellos momentos, hacer circular las imágenes producidas en cualquier parte del mundo comienza a ser cuestión de minutos.
En 2001 el mundo entero asiste en puro directo —Live! — a la caída de las torres gemelas de Nueva York. La tragedia televisada de este acontecimiento nos abre el apetito visual. No hay una sola imagen que podamos recordar del acontecimiento, sino que recordamos varias. El ejercicio de montaje (o edición) de múltiples puntos de vista del suceso hace las delicias de los mass media. En aquellos días se inaugura un nuevo milenio, un nuevo siglo para el fotoperiodismo.
En los años siguientes no hace más que abrirse ese hueco que resistía en la letra de la canción de Scott-Heron. Parece que todo se puede televisar o proyectar. El acontecimiento, cuando llega, no siempre dispone de fotoperiodista profesional que lo filme. Entonces la mirada amateur del foto-ciudadano irrumpe en los mass media. El ciudadano emprende su nueva situación; teléfono móvil (con cámara integrada) en mano. Y nos convertimos en observadores necesarios: somos los ojos del pueblo… desde el teléfono. Ese mismo aparato con el que llamamos, recibimos llamadas, chateamos, fotografíanos y filmamos. Ese aparato personal con el que estamos en todos los lugares del planeta, y en ninguno a la vez.
Dos años fueron suficiente para coger la forma, entrenando con las fotografías y videos amateur en las playas de la India dónde arribó el Tsunami (2004), el atentado de Madrid (2004) o Londres (2005), la Primavera Árabe (2010), el asesina- to de Gadafi (2011), la guerra en Ucrania (2013)… por cada vez más adiestrados foto-ciudadanos. El foto-ciudadano informa sin pretenderlo (hace periodismo sin periodismo), en un desplazamiento sin precedente de los códigos éticos, deontológicos y manuales de estilo de los grandes medios de comunicación.
Hoy la información (en todos sus soportes) circula por la red hasta ocuparlo todo, al toque-caricia de nuestro dedo índice en la pantalla del smartphone. La sombría de las grandes corporaciones, partidos políticos y conglomerados de comunicación sigue tratando de domar al reportero que nos han metido dentro. Desde las app de medios masivos de comunicación como The Guardian, New York Times entre otros, nos invitan a enviarles el vídeo o fotografía del acontecimiento que hayas filmado y lo propagan desde sus tentáculos.
Todo esto contado rápidamente, bien podría contener nuestra propia canción. Y es lo que han hecho los jóvenes de Babylon’13 en Ucrania. Desde 2013, cuando se inicia el conflicto político, los enfrentamientos entre pueblo y estado en la plaza de Maidán de Kiev en Ucrania. La revolución si será televisada, pero por YouTube.
Un grupo de tres jóvenes ucranianos, con espíritu de cineastas, quieren que cambiemos nuestra percepción de la realidad. En sus propias palabras: «En lugar de imágenes de televisión o titulares, queríamos hacer un tipo de documental que mostrara la atmósfera y las emociones de la gente: mostrarlo tal y como fue. Queríamos que, en un futuro, fuera posible comprender qué había sucedido y cómo se sentía la gente en aquellos momentos».
Igor Savychenko, Volodymyr Kozir y Denis Vorontsov tenían un proyecto que era mostrar desde los códigos del cine, lo que estaba sucediendo en Ucrania. No pretendían hacer periodismo de la situación. Tomaron el nombre de la red inalámbrica del bar donde solían encontrarse, corrió la voz entre la comunidad cinematográfica ucraniana y se lanzaron a la plaza de Maidán.
Llegaron a ser hasta cincuenta colaboradores que filmaban el cuerpo a cuerpo de las protestas, luego iban al bar para descargar los archivos, y los alojaban en bruto en youtube.com/user/babylon13ua. Día a día tenían actualizado el canal con una suerte de archivo que no tenía la menor pinta de cinematográfico, y sí de documento vibrante que cualquier fotoperiodista soñaría conseguir.
Los videos se acumulaban y los suscriptores a su canal también. Desde entonces han preparado más de setecientos videos con la evolución del conflicto, y desde diversos registros siguen aportando videos de gran valor contra-informativo, que nos desanclan de los clichés del periodismo y nos lanzan a la comprensión del conflicto desde múltiples puntos de vista. Un archivo en evolución permanente, donde los sentimientos de la gente marcan el montaje de los clips de vídeo.
¿Es esto el fotoperiodismo que viene? No sabría responder, pero Babel (en hebreo) o Babilonia (en griego) fue una de las ciudades del reino que Nimrod estableció en los comienzos de la historia humana (Génesis, 10:10). Algunos piensan que fue ahí donde se originó la vida humana, y las Escrituras revelan que fue el lugar donde una de las primeras civilizaciones intentó construir una torre que llegara al cielo (Génesis, 11:1-4).
Cuando esto sucedió, dicen que Dios decidió confundir el lenguaje humano para impedir que la torre fuese terminada. Dado que Babel significa confusión, fue un nombre apropiado para la ciudad que había desobedecido a Dios y que luego llegó a ser la capital del imperio con el mismo nombre. Y, debido a tal desobediencia, Babilonia también se convirtió en el símbolo bíblico de todo tipo de idolatría.
Hoy hablar de fotoperiodismo es impreciso, ya que vivimos en una fase de confusión particular. Y esta metáfora de Babel, la confusión e idolatría, bien podría servir para dejar entrever algunas cuestiones que nos anclan en continuar ciegos al flujo de información al que estamos sometidos por los mass media. Ya sea con fotos o con videos, necesitamos desarrollar la empatía y gestionar las emociones ante la avalancha de información visual. El fotoperiodismo ya no es cuestión de fotos o videos, sino que debería ser de emociones y empatía.
Maidán finalizó, y la plaza se liberó de la revolución. Pero a día de hoy el conflicto se ha dispersado por todo el país. El colectivo Babylon’13 sigue filmando y subiendo videos a su canal de YouTube (como piezas de un hombre). Su misión es hacer circular las imágenes de la protesta civil ucraniana en su camino al cambio político. Este colectivo está componiendo una nueva canción, y la BBC, Euronews o la RAI la subtitulan al inglés.
Referencia de este artículo
Barón, Julián (2017). Babylon’13: periodismo sin periodismo. En: adComunica. Revista Científica de Estrategias, Tendencias e Innovación en Comunicación, no13. Castellón: Asociación para el Desarrollo de la Comunicación adComunica y Universitat Jaume I, 249-252. DOI: http://dx.doi. org/10.6035/2174-0992.2017.13.14.