Paul Graham es un fotógrafo intencionado. Muchos fotógrafos lo son, bien como licencia que se permiten o como producto de un contexto histórico. Si el Estado de la Fotografía tiene sus reglas, estas no tienen que ser coincidentes con las de los sentimientos, que se rigen por otros aspectos. Paul Graham ha logrado forjar un espacio paradigmático e ilusorio dentro del vasto panorama de la historia de la fotografía. Sus series trascienden los límites convencionales, dando forma a un universo visual que desafía las expectativas y redefine los estándares estéticos.
Desde que comienza a utilizar la fotografía en sus proyectos iniciales (A1-The Great North Road, Beyond Caring y Troubled Land), Paul Graham tiene la necesidad de renovar el vocabulario fotográfico, creando un estilo propio según su necesidad fisiológica. El propósito es hacernos bailar con el ritmo de su pueblo, el Reino Unido, en la dura época de los años ochenta, donde los elementos del Estado -el gran tema de este fotógrafo: el Pueblo, el Territorio y el Poder- ya aparecen como esencia vital de su trayectoria. A través de un poderoso azul con sagradas biblias rojas, el punto de vista convertido ahora en conmoción o en un territorio bélico compartido, nos hace vibrar en un significativo encuentro con su época.
Estos conceptos e ideas, que dispone a través de la fotografía como simples elementos formales o cromáticos, trascienden el espacio fotográfico, creando un universo mágico. Y son suficientes los estímulos para que las formas tengan que responder a la situación del momento a través de lo social, lo político y lo económico, atributos de ese preciso instante histórico. Su inquietud potencia la mirada lateral -al darle la vuelta al estilo dominante-, permitiéndole aislarse del drama de inmediato, ayudando así a convertir la experiencia de su conflicto, tanto interno como externo, en parte de la nuestra propia.
Nuestra percepción ha iniciado una nueva edificación con los elementos que ha recibido. A partir de aquí, y con un modelo claro y preciso, Paul Graham se replantea nuevamente el edificio que tiene que construir. No necesita planos ni brújulas, y solamente alza la mirada a Europa, al continente que, al parecer, conseguirá unificarse en el inicio de la década de los noventa, tras quince siglos intentándolo sin éxito. New Europe es la construcción de una representación imposible. En Empty Heaven investiga la misma representación improbable sobre la influencia en Japón de los elementos culturales subyacentes del siglo XX y su proyección en la sociedad, generando una nueva identidad cultural en un Japón en crecimiento. Avanzan los años noventa que concluyen el siglo, el milenio, y concluyen su propio camino en Europa, End of an Age.
Paul Graham aterriza en Norteamérica. Es el momento de aprender educando. Las sorpresas ya han hecho mella en su camino. Ahora es otro momento. No tiene sentido seguir hablando, escribiendo o expresándose a través de otras disciplinas como se hacía cincuenta años antes. El instante ya no es tan decisivo. ¿En algún momento lo fue?
En el acto de fotografiar, el tiempo se expande y la visibilidad se transforma. El fotógrafo, cuál arquitecto de su propia realidad en construcción constante, reubica su arte sobre cimientos fotográficos. Este acto, no obstante, no es para él, sino para los espectadores. Es un encuentro con otro Estado a través de sus elementos: otra sociedad, otro territorio, otro poder.
American Night nos sumerge en el sacrilegio de la percepción, donde la magia se convierte en imbricación, entrelazando nuestros sueños con la realidad social de la contemporánea Norteamérica. Surge así un resplandor renovado en la expresión del fotógrafo al descubrir la posibilidad de dilatar el tiempo. El instante dilatado se convierte en una herramienta que nos permite percibir otros ritmos en la fotografía. En este aspecto, A Shimmer of Possibility es puro oxígeno.
La ausencia de gravedad, en este contexto, implica la falta de atmósfera y, por ende, la carencia de oxígeno. En The Present, Paul Graham respira mientras mantiene su mirada fija en Wall Street. La calle se presenta como un territorio condensado donde extendemos el tiempo de nuestra existencia. Nosotros, el pueblo, somos la brújula autónoma que no requiere dirección externa para trazar nuestro rumbo. En este momento, Graham nos desafía, lanzándonos a rodar entre sentimientos.